Los malos recuerdos del pasado se alejaban como el agua que acababa de caer por la cascada. Pero ese no era el final.
El agua salpicaba las piernas de mi hermana, pero parecía no importarle ya que el sonido que hacía al caer sonaba más alto que la caída de sus lágrimas al resbalarse por sus mejillas.
-¿Por qué duelen los recuerdos?- me preguntó sin dejar de llorar.
-Es mejor que duelan a no sentirlos- contesté
-Preferiría olvidarlos.
Apretó con fuerza las rodillas al pecho y enterró la cara en ellas. Con mis manos acaricié su melena rubia tratando de consolarla.
-¿Qué valor tiene el futuro si no
recordamos el pasado?- comencé diciendo para tranquilizarla-. La vida también es eso, hay que estar en la oscuridad
para saber apreciar la luz, para que cuando llegue el momento puedas decir que
has vivido. Que no te dé miedo echar de menos, a mí a veces también me dan
ganas de convertir el verano en invierno y congelar cada momento, pero estamos
en la estación en la que el tiempo pasa más rápido. No pienses en el mañana
piensa en el ahora y quédate con los buenos recuerdos del pasado. Toma tus decisiones dejándote guiar por lo que te late en
el pecho. Es mejor arrepentirte de hacer algo que estar toda tu vida lamentándote
por no haberlo intentado, por eso tienes que arriesgarte. La vida se mide en
momentos y los recuerdos son los que van a construir la tuya.
Con aquellas palabras traté que los recuerdos dejaran de doler. No tiene ningún sentido arrepentirse de tomar decisiones si es lo que realmente quieres hacer. Por eso, quise que las aguas de la cascada se llevaran los malos recuerdos del pasado y dejaran a mi hermana empezar una nueva etapa.
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