El vagón del tren
está vacío y afuera llueve. Me encanta ver las gotas cayendo sobre la ventana,
como se deslizan sobre el cristal y acaban desapareciendo, de la misma manera
que desaparecen los sueños cuando no llegan a cumplirse. Echo de menos creer en
los imposibles y dejar que mi imaginación construyera deseos con la esperanza
de que algún día se hicieran realidad. Pero entonces empecé a ver los
imposibles, a abandonar los sueños y a ver el vaso medio vacío. Por eso, en
este momento, quiero que las gotas que se deslizan por el cristal puedan llegar
a llenar el vaso por lo menos hasta la mitad, ya que la otra mitad será
rellenada por el viento que inunda el vagón al abrirse las puertas para que
suban nuevos pasajeros.
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