El
restaurante del hotel iba a cerrar y no podía seguir allí dando vueltas a la
cabeza sin llegar a ningún puerto, así que decidí subir a la habitación. En la
primera planta, al fondo del pasillo, había un balcón donde pude ver a Adriana
tecleando el iPad a toda velocidad. Adriana era una de las mejores amigas de
Daniela, la chica a la que había conocido hacía tres años, la que llevaba toda
la tarde ocupando mi cabeza, con la que había vuelto a coincidir aquel verano
en Ibiza, de la que me había enamorado y de la que, después de todos estos
años, no sabía cómo recuperar lo que habíamos tenido. Decidí dejar por un
segundo mis sentimientos a un lado y centrarme en los de mi amigo Sergi, el
cual estaba enamorado de Adriana, pero ella no había superado lo de su ex, al
cual también había conocido hacía tres años y del que no había vuelto a saber
nada. Entré en el balcón y pregunté:
-¿Qué haces?
¿Por qué tecleas tan rápido?
-Estoy
hablando con Sara, acaba de mandarme los detalles del último partido en el que
ha estado y, como está muy ocupada con la liga italiana, quiere que le ayude a
hacer el artículo.
Adriana
estudiaba periodismo y actualmente estaba haciendo prácticas en Verona para
especializarse en periodismo deportivo.
-¿Está en
italiano?- pregunté refiriéndome al artículo.
-No, es para
el periódico de Madrid.
-¿Puedo
verlo?
-No- dijo
apartando el iPad.
-¿Por qué?
Dicen que la mejor manera de conocer a un periodista es a través de lo que
escribe.
Dejó el
aparato sobre la repisa del balcón, cogió aire y vi reflejado en sus ojos
verdes que parecía saber por qué estaba allí. Después empezó a hablar.
-Recuerdo
los campamentos de verano cuando tenía entre diez y doce años. Conocía a un
montón de gente y cuando llegaba el final no podía parar de llorar porque creía
que les iba a echar de menos. Las primeras semanas eran así, pero una vez que
llegaba el invierno olvidaba todo. Volvía al colegio con mis amigos de siempre
y compañeros de clase, esas personas ya había desaparecido completamente de mi
mente. Creo que los amores de verano son una locura, te pasa lo mismo que con
las personas de los campamentos. Solo hay un problema, y es que han pasado tres
años y todavía le echo de menos.
Entonces me di cuenta de que iba a ser más difícil de lo que pensaba convencerla de que le diera una oportunidad a Sergi.
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