viernes, 25 de marzo de 2016

Relato 8: Reescribe algo que escribiste hace tiempo, pero usa un narrador distinto.

Mi primera novela la escribí con quince años y la titulé La claridad de tus ojos. Está es mi parte favorita de esa historia y me hace mucha ilusión compartirla con vosotros, aunque, como dice el reto, tiene un narrador diferente y la he modificado un poco para que sea contada desde otro punto de vista.

El restaurante del hotel iba a cerrar y no podía seguir allí dando vueltas a la cabeza sin llegar a ningún puerto, así que decidí subir a la habitación. En la primera planta, al fondo del pasillo, había un balcón donde pude ver a Adriana tecleando el iPad a toda velocidad. Adriana era una de las mejores amigas de Daniela, la chica a la que había conocido hacía tres años, la que llevaba toda la tarde ocupando mi cabeza, con la que había vuelto a coincidir aquel verano en Ibiza, de la que me había enamorado y de la que, después de todos estos años, no sabía cómo recuperar lo que habíamos tenido. Decidí dejar por un segundo mis sentimientos a un lado y centrarme en los de mi amigo Sergi, el cual estaba enamorado de Adriana, pero ella no había superado lo de su ex, al cual también había conocido hacía tres años y del que no había vuelto a saber nada. Entré en el balcón y pregunté:
-¿Qué haces? ¿Por qué tecleas tan rápido?
-Estoy hablando con Sara, acaba de mandarme los detalles del último partido en el que ha estado y, como está muy ocupada con la liga italiana, quiere que le ayude a hacer el artículo.
Adriana estudiaba periodismo y actualmente estaba haciendo prácticas en Verona para especializarse en periodismo deportivo.
-¿Está en italiano?- pregunté refiriéndome al artículo.
-No, es para el periódico de Madrid.
-¿Puedo verlo?
-No- dijo apartando el iPad.
-¿Por qué? Dicen que la mejor manera de conocer a un periodista es a través de lo que escribe.
Dejó el aparato sobre la repisa del balcón, cogió aire y vi reflejado en sus ojos verdes que parecía saber por qué estaba allí. Después empezó a hablar.
-Recuerdo los campamentos de verano cuando tenía entre diez y doce años. Conocía a un montón de gente y cuando llegaba el final no podía parar de llorar porque creía que les iba a echar de menos. Las primeras semanas eran así, pero una vez que llegaba el invierno olvidaba todo. Volvía al colegio con mis amigos de siempre y compañeros de clase, esas personas ya había desaparecido completamente de mi mente. Creo que los amores de verano son una locura, te pasa lo mismo que con las personas de los campamentos. Solo hay un problema, y es que han pasado tres años y todavía le echo de menos.
Entonces me di cuenta de que iba a ser más difícil de lo que pensaba convencerla de que le diera una oportunidad a Sergi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario