En una tarde soleada de verano,
cuatro amigas decidieron pasarla en la piscina. Eligieron el chalet de una de
ellas alejado de la ciudad. Los alrededores parecían estar vacíos, la gente
debía haber aprovechado las vacaciones del mes de agosto para marcharse, así
que estaban solas en todo el pueblo.
La puerta de la verja, totalmente
cerrada hasta el momento, comenzó a entornarse.-Es imposible que se haya abierto, me cuesta abrirla hasta con la llave.
La empujó para volverla a cerrar,
pero no tardó en volver a ser abierta.
Horas después, el agua clara de la
piscina se había teñido de roja, culpa de toda la sangre derramada. Ya solo
eran tres amigas las que quedaban en aquella casa.-¿Qué hacemos ahora?- preguntó una de ellas asustada.
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