No es que sea mi festival favorito, pero es el que se me ha ocurrido para hacer el relato.
Agradecí a la noche del 21 de junio que nos hubiera traído el buen tiempo. A pesar de ello, la arena estaba fría, y no era por las gotas que salpicaban la orilla de la playa. Habíamos hecho la hoguera más alejada por miedo a que el agua apagara el fuego.
Allí estaba yo, sentada junto a una de mis mejores amigas y observando como empezaba a afectarle el alcohol al resto de personas que nos rodeaban. Apretaba el papel recién escrito en mi puño, cuando me preguntó:
-Siempre pensé que preferías pedirle los deseos a las estrellas.
-Las estrellas se han cansado de escucharme- contesté.
Nos acercamos al fuego y dejamos que nuestros deseos se quemaran.
Nunca había entendido aquel ritual, se supone que cuando quemas algo, ese algo desaparece. Pero cuando el fuego de la hoguera empezó a apagarse, vi sobre las cenizas que el papel no había desaparecido por completo.
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