jueves, 11 de febrero de 2016

Relato 3: Empieza una historia con: “Estoy de pie en mi cocina…”. Debe ser una historia de suspense

Estoy de pie en mi cocina preparando la cena para mi primera noche sola en casa de este fin de semana.
Mis padres han decidido irse de viaje estos días y mis exámenes de la semana que viene me han impedido ir con ellos. Tampoco he conseguido acompañante ya que mis amigas están ya de vacaciones y también han decidido salir de viaje. Siempre soy la única pringada que tiene que quedarse estudiando hasta el final.
Estoy cortando la lechuga de mi ensalada cuando, de repente, la luz se va en toda la casa.
Vivo en una urbanización alejada del centro de la ciudad, así que me asomo a la ventana para ver si ha pasado lo mismo en el resto de las casas, aunque la mayoría deben estar vacías. No veo ni una luz a través de mi ventana, ni siquiera las farolas de la calle están encendidas, lo único que se ve a la luz de la luna son las pequeñas gotas de lluvia que empiezan a caer.
Nunca he tenido miedo a la oscuridad, pero me molesta estar a ciegas en mi cocina. Mientras espero a que mis ojos se acostumbren a ella, las escaleras, el suelo de madera y los muebles empiezan a crujir. La lluvia cae cada vez con más fuerza, el viento hace ruido al golpear las persianas y la luz no vuelve. Empieza la tormenta y los relámpagos alumbran mi casa como si fueran luces de discoteca, se apagan y después se encienden, llenan mi casa de luz y después vuelve la oscuridad.
Tampoco he tenido nunca miedo a las tormentas, pero mi corazón empieza a latir golpeando mi pecho cada vez con más fuerza.
La tormenta, el viento, la lluvia, la luz que no vuelve y el crujido de toda mi casa hacen que se me aceleren las pulsaciones.
La luz decide volver y mi cuerpo parece relajarse, hasta que alguien llama a la puerta. Me acerco asustada a ella, deseando que sea algún vecino tan pringado como yo que ha tenido que quedarse el supuesto primer fin de semana de vacaciones en su casa estudiando. Giro el pomo con cuidado y solo me da tiempo a abrirla unos centímetros antes de que la persona que está al otro lado golpeé la puerta y entre corriendo en mi casa. Cierro la puerta y me giro rápidamente. Entonces me encuentro con la última persona conocida a la que esperaba ver.
-¿Qué estás haciendo aquí?- le pregunto a mi ex novio.
-Era la única casa en toda la urbanización con la luz encendida.
-¿Y qué pasa? ¿Te estaba persiguiendo alguien?- pregunto sarcásticamente.
-Sí- responde, y mi cara se torna en una mezcla de sorpresa y miedo-. Me he metido en un buen lío. ¿Puedo quedarme un par de horas hasta que sepa que me han perdido de vista?
Había pasado casi tres años sin saber nada de él, se había ido a otra ciudad sin dar ninguna explicación y me había obligado a abandonar nuestra relación sin consultarlo conmigo. Podría echarle de mi casa a él y al lío en el que se hubiera metido y dejar que le cogieran, pero entonces acepté y dejé que se quedara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario