Mi amigo Alonso había tenido una repentina ocurrencia de salir de aquel lugar de la Mancha y emprender un viaje sin rumbo. Yo le había acusado en un principio de estar loco, pero mis ganas de salir y sus insistencias me impulsaron a hacerlo. Necesitaba explorar el mundo, ver que había más allá de nuestra ciudad, así que cogimos un par de caballo del establo y nos lanzamos a la aventura.
-Esto no puede estar pasando- dijo mi acompañante de repente, casi en un susurro.
A lo lejos empezamos a divisar molinos.
-Por fin algo que no es solo arena- dije.
-¡A caso estás ciego! ¡No ves lo que esta sucediendo!
Era cierto que habernos topado con unos molinos no nos serviría mucho, pero llevábamos caminando todo el día a través de la nada.
-Probablemente habrá una posada no muy lejos de aquí Alonso, pararemos a descansar, no te desesperes.
-No me importa la posada. ¡Lo que me preocupa son los zombis que están viniendo hacia nosotros!
El calor debía de haberle frito el cerebro.
-Sabía que en algún momento tenía que llegar el fin del mundo- continuó-, pero nunca me imaginé que sería una horda de zombis lo que acabaría con nosotros.
-Oye, creo que empezamos a acercarnos a un pueblo. Estamos sin agua y la deshidratación te estará provocando alucinaciones, aguanta solo un poco más.
-Acabaré con ellos antes de que puedan llegar al pueblo y destruirlo.
Ahí fue cuando me di cuenta de que mi amigo realmente había perdido la cabeza. Sacó una navaja del bolsillo, saltó del caballo y salió corriendo hacia los molinos. Empezó a clavar la hoja sobre las piedras y yo no sabía si saltar también del caballo e ir a tranquilizarlo corriendo el peligro de ser acuchillado por su navaja y sus propias manos, o esperar a que cayera agotado y rendido del cansancio. Por un segundo pensé en optar por lo segundo hasta que una de las aspas del molino se engancharon a su camiseta y lo levantaron por los aires, entonces opté por la primera opción.
-¡Baja de ahí!- le grité desde los pies del molino.
-¡Me han cogido! ¡Me han cogido!- gritaba.
Cuando las aspas volvieron al suelo intenté tirar de él pero lo único que conseguí fue quitarle la navaja.
-¡Van a acabar conmigo! ¡Huye tú y salva tu vida!
Esperé a que el molino diera la segunda vuelta y está vez si conseguí bajarle de las aspas.
Se quedó prácticamente inmóvil y con la respiración agitaba. Le subí al caballo y media hora después llegamos al pueblo más cercano. Localicé una posada y le subí a una habitación. Le di de beber y de comer.
-Ahora te das cuenta de que este viaje improvisado ha sido una locura ¿verdad?- le pregunté.
-Has arriesgado tu vida ante los zombis para salvar la mía. Te estaré eternamente agradecido- contestó ignorando mis palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario